Jorge Gonzáles Rodríguez and Juan Carlos Armengol Manzo

25 de mayo de 2011

DESPEDIDA DEL NUNCIO

SALUDO EN LA MISA DE DESPEDIDA

(La Habana, 23 de mayo de 2011)

Eminencia Reverendísima,

Excelentísimos Monseñor Jorge Serpa. Monseñor Manuel de Céspedes, Monseñor Domingo Oropesa,

Queridos sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas,

Excelentísimos Representantes del Gobierno,

Queridos Colegas del Cuerpo Diplomático y sus Esposas,

Queridos amigos de las diferentes denominaciones Cristianas,

Queridos fieles todos, Santo pueblo de Dios,

Una sola palabra puede sintetizar todos los sentimientos que alberga en este momento mi corazón: ¡gracias!

¡Gracias a Dios que hoy nos ha congregado y ha colmado mi alma de tantos beneficios durante mi permanencia en vuestra maravillosa Isla!

¡Gracias a cada uno de ustedes por su presencia, por su simpatía, por su apoyo!

Gracias a Usted, querido Señor Cardenal, por las amables y demasiado generosas palabras que me ha dirigido, pero sobre todo gracias por el inspirado ministerio que junto con sus hermanos Obispos lleva a cabo para el esplendor de esta Iglesia en Cuba y para el bien de todo el pueblo cubano.

Hace apenas un año y medio que inicié mi misión como Nuncio Apostólico, con una Misa en esta majestuosa Catedral, proponiéndome dar lo mejor de mí por esta Iglesia. Se me ha dado poco tiempo para verificar la veracidad de mis propósitos.  Sin embargo, no por mis propios méritos, sino por la bondad y la generosidad de ustedes me sentí enseguida bien acogido, amado y apoyado. Sus múltiples manifestaciones de afecto no las he considerado dirigidas a mi humilde persona sino al Santo Padre a quien he tenido el honor de representar entre ustedes.

He recorrido esta encantadora Isla, visitando casi todas las diócesis. Tengo el pesar de no haber podido llegar a las Diócesis de Bayamo y de Pinar del Río, cuyas visitas estaban programadas para este período. Trato de suplir mi ausencia, enviando desde aquí mi saludo afectuoso y alentador a esas comunidades cristianas.

Me llevo el recuerdo de un pueblo de maravillosas cualidades: culto, solidario, amistoso, hospitalario, emprendedor, gallardo, amante del arte, lleno de sentido del humor. Pero tambièn llevo conmigo sus sufrimientos y el deseo de un nivel de vida más digno. Con interés seguimos los esfuerzos de sus gobernantes para encontrar soluciones que puedan ayudar al País a salir de la preocupante crisis económica en la que se encuentra. Nuestro amistoso y efusivo augurio es, que lo antes posible se vean los resultados esperados y que la gente obtenga beneficio inmediato.

En mi alma permanece sobre todo la imagen de una Iglesia viva, valiente, paciente, signo de luz y de esperanza. He estado presente en liturgias, no sólo en las Catedrales o en las grandes iglesias de las diferentes diócesis, sino también en pequeñas comunidades, reunidas bajo los árboles o en casas de misión. En todas partes he encontrado la misma fe y el deseo de ser testigos vivos  del Amor de Dios y de la presencia del Resucitado en medio de ellos.

A ustedes, queridos sacerdotes, religiosas, laicos cristianos comprometidos, va dirigido el reconocimiento de la Iglesia porque ella es grande, es viva, es siempre punto de atracción, gracias al testimonio de fe de todos ustedes, a sus sacrificios, a sus incansables obras de caridad, a su acción silenciosa que muchas veces es incomprendida.

He admirado vuestra capacidad de saber inventar iniciativas singulares para ir al encuentro del otro. De ustedes he aprendido que no se puede circunscribir la Iglesia solamente a la oración, a las bellas ceremonias litúrgicas, porque es precisamente en la oración que el corazón estalla por el deseo de hacer algo a favor de los demàs, de dedicarse generosamente para aliviar los sufrimientos de los otros, para esparcir los valores evangélicos de justicia, de amor auténtico, de libertad. En la oración el sacerdote y el auténtico cristiano encuentran punzante e inaplazable el reclamo evangélico: ¿cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves, si no amas al hermano que ves? ìAh! Si se entendiese vuestro profundo deseo de ser simples sembradores de bien, de paz, de reconciliación. ìAh! Si pudieran tener el espacio necesario para expresarlo, ìqué torrente de amor auténtico y de bondad se esparciría por toda la sociedad! Es oportuno repetir a quien todavía mira con desconfianza a la Iglesia, el célebre grito del beato Juan Pablo II: ¡No tengan miedo! ¡Abran de par en par las puertas a Cristo!... Sólo él tiene palabras de vida. ¡Sí! De vida eterna.

Querida Iglesia cubana, de ti, he aprendido que frente a las dificultades, a los obstáculos, a las limitaciones de los espacios propios, no hay que rendirse, no hay que refugiarse en el desaliento, no hay que replegarse sobre uno mismo, no se lanzan palabras de condena; sino que hay que descubrir el valor de la Cruz donde Cristo, reducido a la impotencia alcanza, en ese lugar y en ese momento, el máximo de la operatividad: en el anonadamiento total de sí mismo realiza el proyecto de su Amor infinito: la salvación de la humanidad.

Y al mundo, Iglesia de Cuba, le recordarás que tu mirada va màs allà del viernes santo, y que con intrépida esperanza continúas dejándote guiar por la luz proveniente de la Pascua de Resurrección.

La Iglesia de Cuba en la persona de Su Eminencia el Cardenal Ortega Alamino y de Su Excelencia Mons. Dionisio García, Presidente de la Conferencia Episcopal, habiendo sido llamada a ser mediadora para la liberación de presos, ha realizado admirablemente su misión de madre de la misericordia y de amor hacia la humanidad sufriente. Estamos agradecidos al Excelentísimo Presidente de la República, General de Ejército Raúl Castro, que invitando a la Iglesia Católica a asumir la responsabilidad de tal intermediación, le ha reconocido el rol que ella desempeña en la sociedad cubana. Es nuestro auspicio que el diálogo iniciado se siga desarrollando, convencidos como estamos, que la misión de la Iglesia no es otra que la de contribuir al bien integral del hombre y de la sociedad.

En estos días de despedidas, me han repetido: no se olvide de nosotros, màs aùn: sea nuestro abogado. En mi escudo episcopal hay una estrella sobre el mar en tempestad. Es la “stella maris”, título que, como ustedes saben, nosotros cristianos le damos a la Virgen María. Nacì como ustedes en una Isla, Cerdeña; cuando hay tormenta en el mar poco se puede hacer y por tanto nos dirigimos espontáneamente a la “stella maris” que para nosotros, sardos, es ¡la Señora de Bonaria! De ahora en adelante junto a aquel título estará también su Virgencita, la Virgen de la Caridad del Cobre, que con ustedes he aprendido a amar e invocar. La invocación a la Virgen de la Caridad me ayudará a recordar sus alegrías, sus penas, sus esperanzas y no olvidarlos nunca.

Mirándolos, leo en sus ojos una pregunta que seguro querrían hacerme: ¿Ahora que Usted, Mons. Angelo, estará cerca del Papa logrará hacerlo venir a Cuba? Mi respuesta quisiera ser positiva, pero hasta ahora no puedo decirles nada, sólo exhortarlos a rezar e implorar a la Virgen del Cobre para que sea ella quien conceda esta gracia esperada por todos los cubanos.

Termino pidiéndoles sólo una cosa para mí: rueguen a la Virgencita tambièn por mí, para que, habiendo sido llamado por el Santo Padre a colaborar más cerca de El, pueda ser un don de amor para Él y para la Iglesia universal!

Los bendigo y los abrazo a todos en el Señor! Gracias!

 

23 de mayo de 2011

DE LA PASCUA ADOLESCENTE

DISCÍPULO de CRISTO: del latín discipulus. Persona que se pone libremente bajo la dirección de Jesús, dejándose enseñar en todo por Él como verdadero Maestro. Es aquel  que  al recibir su llamado lo sigue para vivir como Jesús, para aprender sus enseñanzas, su manera de pensar, de actuar y de sentir.

CUALIDADES DE MARIA COMO MODELO DEL DISCÍPULO DE CRISTO:

*      FE: en ella resplandece este don como apertura, respuesta y fidelidad a Dios. Persiste siempre confiada en el diálogo con Dios que le habla. Cree sin límites, como la que salta hacia el abismo sin ver la mano que la sostiene en la caída, hasta el Calvario, la cruz,  lo inexplicable del aparente fracaso y  la muerte de su Hijo Jesús. En ella se cumple la bienaventuranza: ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” ( Lc 1:45)

*      OBEDIENTE A DIOS PADRE: María siempre dijo: “Hágase” a los planes de Dios. De esta aceptación obediente de Dios Padre dependió la salvación de toda la Humanidad y de su pueblo Israel.  En todos los acontecimientos de su vida incluso en los más incomprensibles siempre obedeció y dijo “Sí” a la voluntad de Dios Padre: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel dejándola se fue” (Lc 1:38)

*      AMA A JESÚS: Como Madre amorosa y discípula demostró el amor que debe caracterizar a un seguidor de Jesús: un amor sin medida, hasta olvidarse de sí mismo. Sin una relación profunda de amor no podría haber hecho todo lo que hizo por su Hijo y por nosotros. Sin Amor, sin Caridad, de nada vale lo que hacemos por bueno que sea “si  no tengo caridad, nada me aprovecha” (1 Cor 13,3).

*      SERVICIAL: Ella se hizo la sierva del Señor. Fue corriendo  a servir a su prima Isabel que era anciana y estaba embarazada: “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa” (Lc 1:39-40.56). El servicio más valioso para todos, ha sido el de ser Madre de Jesús.

*      ATENTA: Pone siempre sus ojos en las necesidades de los demás como hizo en Caná  cuando se dio cuenta que los novios se les acabó el vino: “Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» (Jn 2:3). Desde el Cielo sigue cuidando e intercediendo por nosotros sus hijos “ahora y en la hora de nuestra muerte”.

*      ORANTE-ESCUCHA: Ella conservaba todos los recuerdos de su vida y los meditaba en oración: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Bajó (Jesús) con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lc 2:19.51). María escucha constantemente la Palabra de Dios, la ha oído desde niña, ésta la lleva a querer y hacer lo que Dios Padre le propone; por eso dice Jesús cuando le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte…Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la   cumplen.» (Lc 8, 19-21)

*      FRATERNA-HERMANA: Por su ser Madre de todos los que creen y siguen a Cristo, hace que nos descubramos hermanos. Ella es presencia maternal, que crea el ambiente familiar y la voluntad de acogida. Como es Madre de la Iglesia fortalece los lazos de amor entre nosotros los bautizados creando desde los inicios la comunión: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1, 14). En María nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y en esta Trinidad que es Dios, estamos unidos todos.

*      ABIERTA A LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO: Abrió su vida al Espíritu Santo que la fecundó en su vientre haciendo que llegara Jesús a nuestro mundo. El Espíritu habita en ella de una manera singular pues  es la llena de gracia. Ella siempre tiene una gran apertura a  los siete dones del Espíritu de Dios: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.  Con la Iglesia, María implora y acoge constantemente su dinamismo y acción renovadora: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse (Hch  2, 1-4)

*      ALEGRE: Esa fue la invitación del ángel Gabriel: “Alégrate llena de gracia” (Lc 1, 28). Su vida está llena de alegría ya que ha sido la mujer más favorecida entre todas las mujeres, así lo expresó en el cántico del Magníficat: “…porque mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava… porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso” (Lc 1:48-49). Ella es la Hija de Sión (Jerusalén) que debe alegrarse: “para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija de Sión, gozoso de tu salvación” (Sal 9, 14). La alegría es el distintivo de los discípulos del resucitado.

*      MISIONERA: Continuadora de la misión de su Hijo, sigue atrayendo hacia Él y por Él al encuentro con Dios Padre,  a todos los que la aman y veneran. Con la cercanía de sus manifestaciones a los distintos países (La Guadalupe en México, Nuestra Señora de Aparecida en Brasil, Lourdes en Francia, El Pilar en España, etc.) hace que sus hijos lleguen más rápido a la verdad del Evangelio: Cristo ha muerto y resucitado para que por Él todos alcancen la Vida Eterna en Dios después de la muerte. Con su testimonio de valores humanos y virtudes cristianas es la educadora que nos hace ser legítimos discípulos del Resucitado.

 

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Aunqux mi máquina dx xscribir xs vixja, xscribx bixn xxcxpto por una txcla.

Muchas vxcxs hx quxrido qux funcionx bixn.

Xs vxrdad, las dxmás 42 txclas funcionan bixn, pxro basta qux una no xscriba para qux sx vxa la difxrxncia.

A mi comunidad lx puxdx pasar como a mi máquina dx xscribir. Basta qux fallx una sola pxrsona para qux no funcionx adxcuadamxntx. Si una pxrsona no cumplx con lo acordado y xnsxñado por xl Xspíritu Santo, la comunidad, la catxquxsis, la pastoral dx la salud y otras iniciativas no irán adxlantx.

Tú xrxs la letra x. Si no actúas por la inspiración dx Xl Xspíritu, algo no caminará xn tu familia, iglxsia y ciudad.

 

 

 

17 de mayo de 2011

ORACIÓN

Dios Padre,

Creador del mar y del río,

gracias por la maravilla del agua,

por el frescor y la limpieza que nos da,

por la fertilización de la tierra, por la sed que calma

y por los innumerables servicios que presta

a las personas, animales, aves y peces.

Te pedimos perdón por las veces

que hemos contaminado el mar, el río y el manto freático;

por el despilfarro, por la negligencia

en el arreglo de los salideros

y por la tala indiscriminada de los árboles.

 

Señor Jesucristo,

que navegaste y caminaste por el lago de Galilea

y te bautizaste en el río Jordán

y convertiste el agua en fuente de salvación

mediante el bautismo;

como en otro tiempo diste órdenes al viento y al mar,

manda ahora agua suficiente

para la vida humana y cristiana;

también enséñanos a compartir el agua con quienes tienen sed

como tú en el pozo de Jacob y en la cruz,

para escuchar, al final de la vida, tu misma voz:

“Ven, bendito de mi Padre, porque tuve sed

y me diste de beber”.

 

Espíritu Santo,

que te movías sobre el agua en el origen del mundo

y has hecho incontables maravillas mediante el agua,

haz presente tu acción con la lluvia suficiente y abundante

que tanto te implora Camagüey y riega la tierra en sequía.

 

Santa María de la Caridad,

que en tu casa de Nazaret serviste tanta agua

a San José y a tu Hijo Jesucristo,

y que quisiste hacerte presente en la Bahía de Nipe

hace casi 400 años,

ruega ahora para todas las madres y esposas,

el agua que tanto necesitan en los hogares,

mientras vamos al encuentro del agua viva, Jesucristo,

que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

 

16 de mayo de 2011

Oración por Monseñor Mario Mestril, obispo de Ciego de Avila

OREMOS

Dios Padre, el que tú pensaste y creaste, para ser Obispo de Ciego de Avila, está enfermo. Sánalo.

Señor Jesucristo, el que tú pusiste al frente de las ovejas de Ciego de Avila, será operado. Devuélvele la salud.

Espíritu Santo, el que tú ungiste obispo, está padeciendo. Recupéralo.

Santa María de la Caridad, peregrina y mambisa, tu hijo Mario, quien te acompañó en tu peregrinación, necesita de ti. Ruega por él ahora.

Beato José López Piteira, que nos acompañaste por estas tierras, intercede por la Iglesia y el pueblo avileño para que pronto ovejas y pastor estén juntos hasta encontrarnos todos contigo en la gloria del cielo, donde vives con El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Amén.

 

14 de mayo de 2011

Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Vocaciones

Mensaje del Papa para la Jornada de las Vocaciones

 

Sobre el tema: “Promover las vocaciones en la Iglesia local”

 

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Vocaciones, que se celebrará el domingo 15 de mayo. El Mensaje ha sido hecho público hoy por la Santa Sede.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas

La XLVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 15 de mayo de 2011, cuarto Domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Proponer las vocaciones en la Iglesia local. Hace setenta años, el Venerable Pío XII instituyó la Obra Pontificia para las Vocaciones Sacerdotales. A continuación, animadas por sacerdotes y laicos, obras semejantes fueron fundadas por Obispos en muchas diócesis como respuesta a la invitación del Buen Pastor, quien, “al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”, y dijo: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38).

El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un luminoso punto de referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos a seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus más estrechos colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto particular de nuestra atención (cf. Lc 10,9). En primer lugar, aparece claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de llamarlos, Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12), en una elevación interior por encima de las cosas ordinarias. La vocación de los discípulos nace precisamente en el coloquio íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al “Señor de la mies” tanto en las comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales.

El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a orillas del lago de Galilea: “Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Les mostró su misión mesiánica con numerosos “signos” que indicaban su amor a los hombres y el don de la misericordia del Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen dispuestos a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, “sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre” (Jn 13,1), les confió el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió a todo el mundo con el mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19).

La propuesta que Jesús hace a quienes dice “¡Sígueme!” es ardua y exultante: los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24); los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn 13, 35).

También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia voluntad con la suya. Se trata de una verdadera y propia escuela de formación para cuantos se preparan para el ministerio sacerdotal y para la vida consagrada, bajo la guía de las autoridades eclesiásticas competentes. El Señor no deja de llamar, en todas las edades de la vida, para compartir su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la Iglesia “está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales” (JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 41). Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por “otras voces” y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir “sí” a Dios y a la Iglesia. Yo mismo los aliento, como he hecho con aquellos que se decidieron ya a entrar en el Seminario, a quienes escribí: “Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera” (Carta a los Seminaristas, 18 octubre 2010).

Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes -como hizo Jesús con los discípulos- para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones. “Proponer las vocaciones en la Iglesia local”, significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que, al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida.

Me dirijo particularmente a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado. Para dar continuidad y difusión a vuestra misión de salvación en Cristo, es importante incrementar cuanto sea posible “las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras” (Decr. Christus Dominus, 15). El Señor necesita vuestra colaboración para que sus llamadas puedan llegar a los corazones de quienes ha escogido. Tened cuidado en la elección de los agentes pastorales para el Centro Diocesano de Vocaciones, instrumento precioso de promoción y organización de la pastoral vocacional y de la oración que la sostiene y que garantiza su eficacia. Además, quisiera recordaros, queridos Hermanos Obispos, la solicitud de la Iglesia universal por una equilibrada distribución de los sacerdotes en el mundo. Vuestra disponibilidad hacia las diócesis con escasez de vocaciones es una bendición de Dios para vuestras comunidades y para los fieles es testimonio de un servicio sacerdotal que se abre generosamente a las necesidades de toda la Iglesia.

El Concilio Vaticano II ha recordado explícitamente que “el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo, ante todo, con una vida totalmente cristiana” (Decr. Optatam totius, 2). Por tanto, deseo dirigir un fraterno y especial saludo y aliento, a cuantos colaboran de diversas maneras en las parroquias con los sacerdotes. En particular, me dirijo a quienes pueden ofrecer su propia contribución a la pastoral de las vocaciones: sacerdotes, familias, catequistas, animadores. A los sacerdotes les recomiendo que sean capaces de dar testimonio de comunión con el Obispo y con los demás hermanos, para garantizar el humus vital a los nuevos brotes de vocaciones sacerdotales. Que las familias estén “animadas de espíritu de fe, de caridad y de piedad” (ibid), capaces de ayudar a los hijos e hijas a acoger con generosidad la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada. Los catequistas y los animadores de las asociaciones católicas y de los movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, procuren “cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina” (ibid).

Queridos hermanos y hermanas, vuestro esfuerzo en la promoción y cuidado de las vocaciones adquiere plenitud de sentido y de eficacia pastoral cuando se realiza en la unidad de la Iglesia y va dirigido al servicio de la comunión. Por eso, cada momento de la vida de la comunidad eclesial –catequesis, encuentros de formación, oración litúrgica, peregrinaciones a los santuarios- es una preciosa oportunidad para suscitar en el Pueblo de Dios, particularmente entre los más pequeños y en los jóvenes, el sentido de pertenencia a la Iglesia y la responsabilidad de la respuesta a la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, llevada a cabo con elección libre y consciente.

La capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local. Invocamos con confianza e insistencia la ayuda de la Virgen María, para que, con el ejemplo de su acogida al plan divino de la salvación y con su eficaz intercesión, se pueda difundir en el interior de cada comunidad la disponibilidad a decir “sí” al Señor, que llama siempre a nuevos trabajadores para su mies. Con este deseo, imparto a todos de corazón mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 15 noviembre 2010

 

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13 de mayo de 2011

Noticias de Monseñor Mario Mestril, Obispo de Ciego de Avila

Noticias recibidas de Ana Gloria Loret de Mola:

Mons. Mestril acaba de salir de la consulta del médico. Le dijo que tiene una válvula en la aorta que no cierra bien y está liqueando, o sea goteando, y eso va debilitando el corazón. Mañana tiene que volver a que le hagan un stress test y un ecocardiograma. Cuando el Dr. termine entregará su diagnóstico a la Arquidiócesis. Dijo que tendrán que operarlo.

Saludos, Ana.

 

RECEMOS POR ÉL